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Del gen de la Obesidad? "Of Mice and Men?" (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

Entra Osvaldo

Una tarde llegamos a la playa cuando los últimos
rayos del sol se extinguían bajo la línea platinada
del horizonte. Ese día a William no le tocaba trabajar.
Osvaldo caminó con nosotros y añadió a la
historia
clínica de su amigo el hecho importantísimo de que
William había estado muy
triste desde la partida de su esposa (hecho éste que
coincidiría exactamente con la fecha cuando la
aflicción empezara). Ella, por mutuo acuerdo, se
había ido a pacer en prados de más verdor, para
beneficiarlos a ellos, su joven familia y su
progenie.

Ahora el problema estaba finalmente en nuestras manos.
No., no era un asunto de la psiquiatría ni de las
disorexias (en las cuales nos especializamos). Este era el
problema de una persona
acongojada por una "pérdida" de gran significado en su
vida, necesitando ser renutrida en su vida emocional. Y con ello
la flacura y la tristeza de William cesaron. Nos tomó,
simplemente, muchas caminatas largas con el amigo de la semblanza
triste y del apodo anglosajón.

Corolario

Los nombres de nuestros amigos se han cambiados para
preservar sus derechos a la
confidencialidad. Ellos nos otorgaron permiso para compartir
estos datos.

Aquéllos quienes pretendan "tratar" los
trastornos del peso (sobre y bajo), los del comer y los de las
emociones
humanas; tienen el solemne y grave deber, ética y
humanamente, de tratar a la persona en su totalidad; y, no
solamente su peso (que se refleja en la balanza); cual, a menudo,
se acostumbra en el comercio, a
veces indiferente, de las industrias
dietéticas.

Fin de la lección

El
Buzón Universitario

Temas actualizados

Asuntos de salud en
breve…

La enfermedad como metáfora de nuestro
tiempo

Escribiendo acerca de las varias enfermedades y brotes
epidémicos que han plagado este mundo durante su Historia,
la humanista norteamericana Susan Sontag, expone en su libro "La
enfermedad como metáfora" (Illness as a metaphor)
lo que ella supone son los factores que promueven la apariencia
coincidencial de ciertas condiciones físicas y emocionales
que caracterizan algún período de nuestra
historia.

En su obra celebrada, y muy bien acogida, Sontag
describe la tuberculosis (la
consunción o tisis) del famoso Lord Byron (entre tantos
notables de su período quienes la sufrieran), las
disorexias de algunas mujeres santificadas, la histeria de los
tiempos de Charcot y de Freud y las
actitudes
victorianas de la Inglaterra
puritana las que ella mantiene fuesen la causa de las muchas
disfunciones y represiones sexuales del
período.

Asimismo Sontag, insinúa el hecho de que
actitudes patológicas y desviadas de un período en
particular pueden ser interpretadas de un modo similar, si se
examinan las ideas que fuesen predominantes durante ese entonces.
En esta categoría puede catalogarse la cacería
trágica de las "brujas" de Salem, muchas de las cuales
fuesen víctimas de una sociedad
infundida con valores
morales fanáticos y con un sentido puritano
malevolente.

De las actitudes y de las actividades con que una
sociedad parece adaptar a las exigencias de la vida, en un dado
período de la historia, pueden derivarse el entendimiento
de aspectos del ser humano que podrían ser utilizados, a
su vez, para pronosticar la evolución final de cualquier
enfermedad.

Veamos, por ejemplo, el SIDA, el cual
se ha considerado una de las condiciones que ha emergido con la
fuerza de una
metáfora muy poderosa de nuestro tiempo.
Trasciende las fronteras geográficas y las llamadas
orientaciones sexuales. Desafía en cierto modo la lógica
y la razón, ya que, a pesar de que su modo de
transmisión es por medio del contacto sexual, ese hecho no
ha bastado para convencer a tantas víctimas que, en gestos
de omnipotencia falaz, se abandonan a la actividad sexual
promiscua e indiscreta, cayendo víctimas, tarde o
temprano, de esta enfermedad de transmisión
"social."

La obesidad es
otra de las condiciones que pertenece de un modo prominente en
esta categoría de condiciones. Resumiéndola de un
modo sucinto y breve: Dada la campaña intensa con la que
el gobierno
norteamericano la ha atacado en los últimos veinte
años, debería de estar siendo erradicada (como se
dice estarlo siendo el vicio del fumar); pero sin embargo, la
incidencia de la obesidad sigue aumentando en proporciones
alarmantes en ese y en otras naciones las cuales llamamos "los
países desarrollados."

Las depresiones (o los trastornos afectivos), parecen
ser, otras enfermedades que encarnan las metáforas de
nuestro tiempo. Cuando nosotros evaluamos pacientes nuevos en las
clínicas a donde ofrecemos nuestros servicios de
voluntarios, o cuando nos reunimos con el grupo de apoyo
mutuo que estamos desarrollando, un tema que corre "como hilo
rojo" a través de las narraciones de las personas a
quienes escuchamos rendir sus historiales, es la de una
sensación de desesperanza implacable. Los pacientes se ven
a ellos mismos sumidos en las regiones más profundas del
desahucio humano, una experiencia que no está asociada a
los síntomas clásicos de la depresión
endógena. Esto lo digo, porque la expresión de esta
actividad psicológica hace su aparición
precisamente cuando el paciente comienza a
mejorar.

Usaré dos ejemplos para ilustrar lo que deseo
comunicar a quien esto lea.

El caso de un paciente residente de una de las grandes
metrópolis norteamericanas. Asediado por las fuerzas
tormentosas de una enfermedad maníaco depresiva de ciclos
rápidos, el paciente viajaba sin control alguno la
góndola de la montaña rusa de sus afectos
cíclicos, circulares y extremos. Sin preámbulos, en
un instante se sentía que estaba cargado con
energía psíquica electrificada, expansiva, opresiva
y sofocante; seguido por períodos de melancolía
paralizadora, durante los cuales las luces de las calles se
obscurecían en pleno día, y durante los mismos su
reflexión en un espejo se tornaba surrealista, deformada y
fantasmagórica. Este paciente, un escritor talentoso,
solía utilizar (cuando la parálisis mental de la
que padecía no se lo impidiese) sus talentos imaginativos
para cometer sus experiencias a un diario secreto que
mantenía, oculto para todos.

Fue, cuando habiendo comenzado a responder al
tratamiento específico para su condición, cuando
comenzase a ponderar con amarga resignación los tantos
problemas
serios que infestan a su ciudad, en este caso, Chicago: el
crimen, la corrupción, la suciedad y el abandono
urbano, las drogas y
la pobreza, la
falta de un sistema coherente
de salubridad pública, las injusticias
socioeconómicas, la indiferencia total de algunos
políticos y los policías dedicados a la corrupción y a la malversación de
fondos; todo estos asuntos desfavoreciendo sus esfuerzos de
querer sanarse. Es que cuando la enfermedad se mejora el paciente
entonces puede apercibirse de las realidades inmensas con las que
tiene que contender. Este estado siendo, aunque no lo parezca, un
paso favorable en la dirección de la cura.

El otro caso es más reciente. Se trata de una
joven depresiva cuyo tratamiento procedía en una
trayectoria irregular y con muchos desvíos y con
retrogresiones frecuentes. Se quejaba, de que además del
"tener que aparentar ser feliz" para complacer a otros, de que
ella había "tragado", con la resignación estoica y
característica de su medio
ambiente, todas las miserias, similares a las que se
refería el paciente de arriba además de la
indígena, e injustificada, falta crónica de la
energía
eléctrica de la capital donde
reside.

Puede que exista la evidencia necesaria y suficiente
para decir que una ceguera parcial forma parte intrínseca
de la metáfora local.

¡Dios mío, y qué solos se quedan
los viejos!

Hace muchos, muchos años, durante los tiempos
románticos de mi juventud
pasada, tenía el hábito de envolverme en el placer
infinito derivado de leer los poemas
líricos de la lengua
castellana.

Esos recuerdos les prestan el título a esta
presentación. Se trata de las Rimas del bardo
hispánico Gustavo Adolfo Bécquer, que en su poema
muy triste repetía cadenciosamente "… Dios
mío, ¡qué solos se quedan los muertos!

…"

La juventud se considera no sólo un
período relativamente fugaz de nuestras vidas; si no que
también, puede considerarse como estado evolutivo en el
ciclo psíquico de nuestras existencias, como lo es, sin
duda, en una mayoría de los casos, un estado de
ánimo; o también puede que sea una actitud
mental.

Con el pasaje de los años nuestras habilidades se
reducen, nuestros sentidos disminuyen en su agudeza, nuestros
reflejos se prolongan en el tiempo de sus respuestas, nuestros
intereses se reducen en su alcance, nuestra importancia comienza
a desaparecer progresivamente; volviéndose los llamados
"Años de Oro de la
Vida", a veces, una penuria prolongada de un modo
innecesario.

Relevante a esto, hay dos asuntos de gran importancia
que hay que tener en cuenta cuando se trata de entender esta
etapa de nuestras vidas. El primero es que para los fines del
Siglo XX, una proporción muy alta de la población mundial consistirá de
"gentes viejas" y, el segundo, que todas esas "gentes viejas" no
van a ajustarse a los moldes estereotípicos que nuestra
sociedad les ha asignado.

¿Cuáles son esos "moldes
estereotípicos" a los que yo me refiero?:

· Que los viejos son limitados en sus habilidades
físicas o atléticas. ¡Error! Los viejos
pueden entrenarse a correr maratones y a hacer ejercicios
aeróbicos agobiadores; asunto corroborado por el
número creciente de aquéllas personas de mucha edad
quienes compiten sin dificultades y exitosamente en las
olimpíadas que se llevan a cabo por toda
Norteamérica anualmente.

· Que los viejos carecen de vida e interés
sexual. Otro concepto
equivocado que falla en tomar en cuenta que los viejos sí
tienen intereses y existencias eróticas basadas en
diseños exquisitamente "planeados" para nuestra especie.
Lo que sucede es que nuestros estereotipos les asignan a ellos
una menopausia prematura y arbitraria a la que ellos a veces se
someten, con resignación y sin saber por qué
así lo hacen.

· Que a los viejos hay que engañarlos y
hay que guardarles secretos. Un ejemplo de una señora
quien iba a consultarme: "No le digan que va a ver un psiquiatra
para su depresión, díganle que va a ver un
médico para el asunto de que el pelo se le está
cayendo"… Este engaño siendo un insulto u otra injuria
adicional que se comete.

· Que a los viejos hay que tratarlos como si
fuesen niños.
No sólo se les roba de su significado cuando se les impone
la jubilación prematura, si no que cuando se les visita,
se hace de modo obsequioso y patrocinador, cargados de golosinas,
presentándole "unos dulces" para "que se sientan bien"
(¡qué cosa más inconsiderada!)

· Que la pérdida de memoria, que a
veces se presenta en algunos seres ancianos es síntoma
diagnóstico de la decadencia funcional del
individuo.
Así se piensa, sin considerar que ésta sea una
manifestación de trastornos depresivos, de la mala
alimentación o de la falta de
estímulo social y emocional. A veces es mejor asignarle a
alguien el uso de una "enfermera" (como aquí llaman
sirvientas que fungen de médicas) en lugar de dedicarle
tiempo con interés y sinceridad a la persona mayor.
Comportamiento
que, en mi opinión, es simplemente crueldad
injustificada.

Habiendo elaborado someramente en aspectos selectos del
problema de nuestros viejos. Yo quisiera elaborar en otros
aspectos que son consistentes, y característicos de la
sociedad dominicana.

En nuestro país el cenit de la ambición de
los jóvenes, está ligado al hecho de que la
mayoría de los graduados, vástagos de familias
adineradas, inevitablemente pararán trabajando para (y en)
los negocios de
los padres exitosos quienes fueron los fundadores del imperio
económico de la
familia.

Esta situación significa que luchas internas
serán inevitables entre los hermanos, sus cónyuges,
los primos (que inevitablemente los habrá) y, por
supuesto, la vieja generación, quien ve su prestigio
amenazado por la presencia de una "juventud impetuosa", cuyas
ideas (aunque sean originales) a veces parecen audaces e
impulsivas, o amenazantes en lugar de progresivas.

He aquí el lugar desde el cual
estratégicamente los viejos se tornan "muy viejos", se les
relegan al lugar de los niños, se les mima, se les
engorda, se les retira, y se les encomiendan a la
compañía de la proverbial "enfermera", que
mencionaba en el párrafo
anterior.

Así se lamentaba un señor de mente clara,
de visión intacta y de intereses vastos; pero que era
viudo y de edad avanzada: "¿Para esto fue que nosotros
criamos a los hijos?"

¡Dios mío y qué solos se quedan los
viejos!

(Colección "Mis exposiciones en el ocaso del
milenio
." Dr. Félix E. F. Larocca)

 

Dr. Félix E. F. Larocca

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